La renta variable produce los mejores rendimientos en el largo plazo. Por el contrario, tiene unos mayores riesgos. Por ello, vamos a tratar de ver los mejores productos y las mejores estrategias para realizar inversiones para rentabilizar el dinero al máximo…
¿Qué son los productos de renta variable?
Se denomina renta variable – en sentido técnico – a toda aquella inversión en la cual no está garantizada, ni tan siquiera es conocida de antemano, la rentabilidad a obtener. Tampoco está garantizada la devolución del capital invertido.
Puede darse el caso de que la rentabilidad obtenida sea negativa. Haciendo que el inversor tenga una minusvalía en la inversión, en lugar de una plusvalía.
En definitiva, son productos con mayor riesgo que la renta fija. Como contraprestación, el inversor obtiene (generalmente) una rentabilidad superior. La diferencia entre ambas rentabilidades se denomina “prima de riesgo”; es precisamente la rentabilidad extra por el riesgo asumido.
En sentido práctico, los productos de renta variable se asocian las acciones de empresas, también pueden ser instrumentos derivados u otros activos que toman como subyacente las acciones.
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Características y riesgos de las inversiones en renta variable
Las acciones no son más que partes alícuotas del capital social de una compañía. Por lo tanto, una inversión en acciones supone el convertirnos en propietarios de una parte de la empresa. Aportando capital por la compra de acciones y teniendo derecho a parte de los beneficios generados por la misma.
Este capital no tiene vencimiento. Es decir, no se devuelve. La única posibilidad que tiene el inversor es vender las acciones en un mercado secundario (la Bolsa de Valores).
Ni que decir tiene que si la empresa entrase en concurso de acreedores y al final desapareciese el accionista es el último a cobrar. Lo más probable es que su capital se pierda en el pago a los demás acreedores.
Además de esto, los rendimientos obtenidos por la inversión dependen de los beneficios que genere la empresa. Parte de estos beneficios son distribuidos a los accionistas en forma de dividendos (una parte puede quedarse como reservas).
En función de las expectativas de los beneficios futuros, las acciones fluctúan en el mercado. Los beneficios (mejor dicho, los beneficios esperados) es lo que mueve el precio de las acciones. La volatilidad puede ser alta, tanto a favor como en contra.
Riesgo y rentabilidad a largo plazo
Sin perjuicio de lo dicho en cuanto a los riesgos que presentan los productos de renta variable, lo cierto es que está demostrado que en el largo plazo es el activo financiero que mejor se comporta (según un estudio llevado a cabo por Jeremy J. Siegel). Tiene una capacidad de generar rendimientos muy superiores; incluso ajustados al riesgo asumido.
Si a esto le sumamos que los riesgos de la renta variable pueden ser reducidos si procuramos crear una cartera bien diversificada, con una estrategia bien definida y con un correcto análisis de los activos que formarán parte de ella; las inversiones en renta variable pueden rentabilizar tu dinero de una forma asombrosa. Es el mejor producto, no puede faltar (aunque sea en un pequeño porcentaje), en una cartera.
Sin embargo, hacer de la renta variable un producto asumible supone un gran esfuerzo, conocimientos y tiempo.
En principio, debemos estudiar qué estrategia vamos a llevar a cabo (en un apartado posterior veremos algunas de las más interesantes), posteriormente analizar los activos para evitar riesgos y para definir si cumplen las características exigidas en la mencionada estrategia.
Pero aquí no acaba todo; es necesario que nuestra cartera – compuesta por activos de renta variable en su mayoría – tenga una cierta armonía. No podemos estar sobreexpuestos a un determinado sector industrial, zona geográfica o a algún otro factor de riesgo concreto. La volatilidad de los activos debe compensarse para que en su conjunto sea la adecuada.
Esto nos lleva a pensar que para hacer una inversión coherente sería aconsejable dejarla en manos de un profesional. Pero ¿qué gestor va a querer hacerse cargo de un pequeño capital como el nuestro?
Los gestores profesionales privados suelen cobrar sus honorarios por hacer su trabajo en forma de comisión. Cómo es lógico, con un capital pequeño no le es rentable trabajar (en realidad los gestores de inversiones, o de carteras, realizan un trabajo duro). Por consiguiente, un gestor privado (un asesor financiero que gestione nuestro ahorro de forma integral) suele exigir un capital mínimo para trabajar del orden de los 300.000 euros (más o menos, no se puede dar una cifra exacta).
También podemos dejar el asunto en manos del personal de nuestro banco, pero nos enfrentamos a otro problema: El gestor del banco no es independiente, siempre tratará de contratar y asesorarnos sobre los productos financieros que el mismo comercializa.
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo podemos asumir las inversiones en renta variable minimizando los riesgos y pudiendo rentabilizar al máximo nuestro dinero? La respuesta la encontramos en los fondos de inversión.
Los fondos de inversión de renta variable
Los fondos de inversión (de renta variable, fija y todos en general) surgieron precisamente para que el inversor medio pueda aprovechar el talento de un gestor profesional y la configuración de una cartera bien diversificada, bajo una estrategia definida y conocida para el inversor.
Estos aprovechan las economías de escala, fruto de la suma del capital de múltiples inversores, para poder invertir un patrimonio (conjunto) a través de la gestión profesional. Cosa que individualmente sería impensable si no se tiene un gran capital para invertir (una correcta diversificación ya de por sí exige una buena suma de capital, a lo que hay que añadir lo dicho anteriormente en cuanto a la contratación de los servicios de un gestor independiente, que vele por nuestros intereses y sólo por ellos).
Existen una enorme cantidad de fondos de inversión de renta variable, cada cual con una personalidad propia y una estrategia inversora adaptada a cualquier tipo de inversor.
La característica principal de este tipo de productos financieros de inversión es que sus expectativas de rentabilidad y riesgo previsibles son más elevadas a largo plazo. El patrimonio común de estos fondos está invertido mayoritariamente en activos de este tipo y ya hemos visto las características y riesgos de los mismos.
No obstante, es posible ajustar los riesgos inherentes a los activos de renta variable al máximo mediante los procedimientos de diversificación y gestión profesional vistos en los párrafos anteriores. De modo que el inversor puede aprovechar todos los beneficios de la renta variable (tales como la rentabilidad y la flexibilidad a la hora de plantear estrategias) teniendo los riegos bajo control.
Pueden incluir en sus carteras activos de renta fija para reducir la volatilidad global y aportar estabilidad. Sin embargo, para que un fondo de renta variable tenga tal denominación, como mínimo el 75% de los activos en cartera deben ser de este tipo.
¿Cuáles son las mejores inversiones en renta variable?
Existen una gran cantidad de estrategias de renta variable, esto es una de las ventajas que tienen este tipo de productos: su flexibilidad.
Una estrategia puede ser mejor que otra dependiendo de las condiciones económicas, el riesgo que se está dispuesto a asumir y las preferencias del inversor.
Lo primero que debe decidirse es qué región geográfica es la más conveniente para invertir en renta variable.
En caso de que se tengan dudas, podemos siempre recurrir a los fondos de renta variable global, diversificando de este modo la cartera en compañías de todo el mundo. Por ejemplo, el azValor Blue Chips FI cumple con estas características.
Es una buena estrategia mantener una cierta diversificación geográfica. Aunque también es posible sobreponderar alguna región en caso de que se tengan pruebas de sus buenas condiciones económicas, que favorecen a los beneficios empresariales.
Hay que tener presente que muchos fondos de renta variable se diferencian por la divisa en la que invierten. El factor divisa puede ser tanto un riesgo como una oportunidad de revalorización, según se comporte el tipo de cambio de la divisa en cuestión.
Una vez decidida la zona, o zonas, geográficas determinaremos la estrategia a seguir. Algunas estrategias de renta variable que procuran muy buenas inversiones son:
Estrategia de gestión pasiva
Tan sólo es cuestión de invertir nuestro dinero en un fondo que replica un índice bursátil (fondo indexado). El índice representa al mercado en general, si las condiciones del mercado son favorables, el índice se revalorizará. Esta estrategia está basada en fluir con el mercado, no intentar superarlo seleccionando activos.
Un fondo de gestión pasiva de renta variable de Estados Unidos (por ejemplo) puede ser Vanguard U.S. 500 Stock Index Fund (indexado al Standard and Poor’s 500).
Estrategia de dividendos
Se trata de comprar y mantener acciones sin importar sus fluctuaciones de mercado. Tan sólo se buscan y seleccionan empresas estables, sólidas, con un buen historial en el pago de dividendos. Los rendimientos proceden de la capitalización de dichos dividendos en el largo plazo.
Un fondo que lleva a cabo esta estrategia puede ser, por ejemplo, el Aberdeen European Equity Dividend (Renta variable europea).
Estrategia sectorial
Este tipo de estrategia diversifica la cartera en activos de renta variable de uno o unos pocos sectores industriales. Según la fase del ciclo económico en que nos encontremos, rotaremos el capital hacia un sector (o unos pocos sectores) que ofrezcan el mejor comportamiento. Existen cantidad de fondos de inversión sectoriales con los que poder realizar esta estrategia de inversión en renta variable.
Es posible crear una cesta global de fondos e ir ajustándola según las condiciones y los ciclos económicos. (esta estrategia es difícil realizarla mediante inversiones directas en activos de renta variable, por el impacto fiscal y las comisiones de rotación de cartera. Los fondos de inversión reducen estos costes de una forma muy notable, incluso los eliminan).
Estrategia en valor (Value)
Una de las más clásicas. La utilizada por Warren Buffett y su maestro Benjamin Graham. Partiendo de la base de que un activo de renta variable tiene una cierta valoración intrínseca, y que esta no coincide con su precio de mercado, se buscan compañías infravaloradas por el mercado. Con el paso del tiempo las acciones de esta compañía se revalorizarán hasta ajustarse a su valor intrínseco.
El Cobas International (renta variable global) y el Cobas Iberia (renta variable española) son un buen ejemplo de fondos de inversión de renta variable que siguen la estrategia Value.
Estrategia de crecimiento (Growth)
Como su propio nombre indica, se trata de invertir en activos de renta variable que estén en fase de expansión, mejorando su situación competitiva. Esto se mide por la tasa de crecimiento anual de sus beneficios. Es posible acometer este tipo de estrategia desde un punto de vista regional y sectorial.
Los fondos de renta variable de países emergentes tratan de captar el crecimiento de aquellas regiones en vías de desarrollo. Aunque también existen fondos que seleccionan empresas en crecimiento de regiones estables, como por ejemplo, el JP Morgan Europe Strategic Growth (renta variable europea).
Existen otras tantas estrategias, algunas más complejas, otras más arriesgadas y otras que ofrecen cobertura con productos derivados… Es un universo por descubrir.
La idea es mostrar que, a través de estrategias clásicas y con las ventajas de productos como los fondos de inversión, es posible realizar muy buenas inversiones en renta variable. De aquellas que de verdad te harán rentabilizar tu dinero.